Ghana, donde hay danza hay esperanza
Otro motivo por el que Ghana se convierte en un destino imprescindible para los viajes alternativos, te cuento porque. Conocí por casualidad, a través de un amigo común, a un bailarín y profesor de danzas del Centro Cultural de Sunyani, la capital de la región de Brong Ahafo, situada en el centro de Ghana. Después de varias conversaciones compartidas, un día me invitó a ir a ver un ensayo de un grupo de alumnos y alumnas del Instituto de Secundaria de Teekyere que él dirigía… Era algo un poco difícil de cuadrar, pero por supuesto que acepté. Sabía que, de alguna manera, esta invitación me llevaría a algo especial…
Cuando llegamos a la pequeña aldea de Teekyere, entendimos que aquello no era solamente un ensayo. El hecho de que estuviéramos allí, lo convertía en algo especial. Teekyere es una aldea muy pequeñita, a unos 15km de Sunyani. El grupo de estudiantes (bastante numeroso) que iba a protagonizar el ensayo, asistía a sus clases de secundaria en el pueblo vecino, Duayaw Nkwanta, de mayor tamaño. En la pequeña aldea sólo había una humilde escuela de primaria.
Prácticamente la totalidad del pueblo (bueno, sólo mujeres, niños y niñas) nos esperaba en el acceso desde la carretera y nos escoltaron hacia la pequeña edificación que hacía de escuela, en una especie de peregrinación festiva y llena de sonrisas, preguntas y vergüenzas.
Al llegar, fuimos las únicas personas a las que se les ofreció una silla. Las mujeres se dispusieron a ver el ensayo de pie y los niños y niñas ocuparon sus sitios en el suelo. Las ventanas de la escuela estaban abarrotadas de vecinas que parecían más curiosas en nuestros movimientos y reacciones que en el propio ensayo.
En seguida nos dimos cuenta de que aquello, más que un ensayo cotidiano, tenía carices de gran estreno. Los y las jóvenes bailarines/as iban vestidos/as con elegantes indumentarias realizadas con cartones y grandes telas enteras, sin cortar, para que pudieran servir para alguna otra cosa más adelante… Ayudamos a instalar el único foco que iluminaría el improvisado escenario y nos sentamos en nuestros privilegiados asientos, imposibles de rechazar. Empezaba el espectáculo.
Bajo el intenso sonido de los tambores, también tocados por algunos integrantes del grupo, decenas de bailarines/as comenzaron sus danzas. La atmósfera que se respiraba era sobrecogedora debido al ritmo frenético de la percusión, la potente luz que emitía el foco, que creaba unas sombras igual de potentes y muy evocadoras, pero sobretodo por la total entrega de los y las participantes, tanto del público como de los y las artistas.
El grupo de estudiantes nos deleitó con un espectáculo que mezclaba la danza contemporánea con la tradición ashante y nos contaba una sencilla historia entre ancestral y cotidiana.
Un joven desobedecía a sus padres y era castigado por el Chief de su comunidad, pero al final entendía que su pequeño capricho era una gesto completamente egoísta y que, cuando actuaba pensando en el bien de los suyos, la recompensa que recibía era mucho mayor, puesto que con esa actitud honraba a sus ancestros.
Cuando, después de poco más de una hora, terminó la danza, los/las bailarines/as estaban exhaustos/as pero, aún así, nos mostraban enormes sonrisas de satisfacción. Nos pusimos de pie y nos entregamos al aplauso. No era para menos.
Javivi dice:
Me encanta! Por unos minutos me pareció estar ahí… Gracias!
3000KM dice:
Si te ha encantado el post, en unos días sacaremos el viaje programado para Ghana. ;-)